No importa dónde esté... No importa
el plano en el que me captures. No me importa si me mides en
milímetros o en distancia focal. No me importa si por las noches me
ves a 15 fotogramas por segundo y por el día a 24. No te importa la
cadencia a la que funciona mi corazón, ni si busco tu mirada en mi
más cercano primer plano. Al fin y al cabo, soy sólo otro punto de
vista... Un punto de vista que ni es el tuyo ni yo entiendo. No te
culpo. Sólo sé que funciono. Sólo sé que registro momentos, y
quedan grabados en mi interior. Momentos que en cualquier momento
podría sobreexponer y regrabar para olvidarlos. Simplemente, paso.
No voy a renunciar a mi forma de ser, a mi esencia. No voy a
renunciar a la sensibilidad de mi película. Ni a mi cálida
temperatura de color, que algún día dará calor a alguna historia
afortunada.
Soñamos nuestra propia historia
genial. Por eso hacemos todo lo posible por hacerla realidad. Pero
nunca nos da el encuadre para tanto. Los fotogramas no corren lo
suficientemente rápido, y las panorámicas son siempre tan cortas.
Nos servimos de elementos humanos para expresar lo que no
comprendemos.
Yo hace tiempo que dejé de
comprender, y me dediqué sólo a expresar. Aún con todo, los
fotogramas seguían siendo insuficientes, y las panorámicas no eran
largas. Por eso, mi película aún no está terminada.
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