martes, 13 de mayo de 2014

DIANA

Eran esos momentos. Precisamente esos momentos. Momentos en los que era capaz de hacer resucitar mi corazón, de lograr que se me erizara el pelo... y acto seguido, en apenas medio segundo después, devolverme a mi lugar de origen... el fondo del océano. Húmedo. Oscuro. Pero ahora no es mi momento. Ni de enamorarme ni de odiar. Aunque, de todas formas, tengo tendencia a ambos. Le toca mover ficha. Hay tantas cosas... Un arco, cinco flechas, un hornillo de camping y una botella de cerveza vacía... Cosas sin significado que ahora queman en mi cabeza. Un pequeño "Fiat". Un disco de Franz Ferdinand y "Always on my Mind" en la radio. Muchos nombres. "Molly", "Campingaz", "Rammstein"... Nada será de la misma forma. Tomo mi arco. Lo desenfundo y tenso la goma. Siempre lo cojo con la izquierda. Con la mano derecha agarro mis flechillas azules y blancas. Compruebo la punta y tenso. Calculo el paralelaje. La perspectiva y el viento me traicionan. Cierro un ojo, aunque es innecesario. Mis dedos dejan de dar tensión. La cuerda raspa sus puntas. Y fluye. Escucho el silbido de la goma muy cerca de mi cara. La flecha hace un extraño ademán. Las fibras de carbono se deforman. Después, por arte de magia, se endereza hasta su destino. Las plumas hacen que no cambie de rumbo. Una vez que disparas, no hay vuelta atrás. Un chasquido y diana.
FOTO DE © Marina López 2014

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